La paz de Pentecostés: ¡el fruto de vivir en el Espíritu!

4 junio 2025

El texto bíblico de Juan 20,19-22 nos muestra una estrecha relación entre la paz de Cristo y el Espíritu Santo.

Después que la tumba fue encontrada vacía, Jesús se acercó a los discípulos trayéndoles paz, aunque tenía motivos para estar decepcionado. Habían perdido la confianza, se habían rendido al miedo.

Esto sigue ocurriendo hoy en día, porque muchas preguntas se basan en el miedo que se apodera de nosotros. Y si… ¿… nos sobreviene una guerra? ¿… se desata una nueva epidemia? Lo desconocido puede crear un miedo paralizante. Los discípulos, como nosotros hoy, necesitaban la paz.

La paz fue también el primer mensaje que el Papa León XIV lanzó a la multitud la tarde de su elección, pidiendo que nuestros corazones estuvieran habitados por la paz de Cristo resucitado. La urgencia de esta paz nos desafía a no ser reacios a invocar al Espíritu de paz y a no cerrar los ojos ante tanta injusticia.

En lugar de caer presos del desaliento, debemos seguir esperando en el poder del Espíritu de Dios, animándonos con las palabras del salmista: “La misericordia y la fidelidad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán” (Sal 85,10).

El Talmud judío afirma que los cuatro atributos mencionados en este versículo del Salmo –misericordia, verdad, justicia y paz– se encuentran entre los siete atributos que están al servicio ante el Trono de Gloria (cf. Avot de Rabí Natán 37:8), junto con la sabiduría, la justicia y la bondad. Toda persona que posea estos atributos conoce a Dios y está a su servicio.

En la primera homilía de su pontificado, el Papa León dijo: “Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad”.

Que el poder transformador de la paz de Pentecostés nos capacite para superar los mayores obstáculos y vivir lo que el Papa León llamó tan bellamente en su homilía “¡la hora del amor!”.

Pintura de la Hna. Marie-Françoise Lin, NDS

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