Llena de la plenitud total de Dios

por Sor Rita Kammermayer

Nací y crecí en Canadá, y vivo en el Convento Ecce Homo de Jerusalén desde 1997.

Nuestro principal ministerio aquí es acoger y dar hospitalidad a huéspedes, visitantes y participantes en los programas bíblicos del Centro de Formación Bíblica de Sion. Vienen personas de muchos países. Viviendo aquí uno ve realmente el mundo.

Intentamos encontrar nuestro camino en un terreno inexplorado, en medio del cambio

Crecí en el seno de una familia numerosa y solidaria en Saskatoon, una pequeña ciudad de las praderas canadienses. En mis años escolares, tuve a varias hermanas de Sion como maestras. Siempre me impresionaron mucho las hermanas, por ser personas sanas que siempre lo daban todo. Su lema “¡Has recibido, ahora da!” me preparó bien para afrontar el futuro. A los dieciséis años pensé seriamente en la vida religiosa y en 1958 entré en Sion.

Después de profesar mis votos en 1960, estudié Magisterio. Era un sueño hecho realidad. Enseñé en Saskatoon, Moose Jaw y Winnipeg, y me encantó. En particular, la ubicación de nuestra comunidad en Winnipeg nos dio la oportunidad de trabajar entre los indígenas de allí.

El Concilio Vaticano II de los años sesenta, y sus efectos en los años siguientes, fueron una época gloriosa y a la vez desafiante, en la que intentamos encontrar nuestro camino en un terreno inexplorado, en medio del cambio. Sion desempeñó un papel importante a la hora de mantener la atención en la comprensión que la Iglesia tenía del judaísmo y de las relaciones judeocristianas. Al mismo tiempo, estábamos reajustando nuestro propio pensamiento. Estoy muy agradecida por los cambios que se produjeron entonces y que seguimos experimentando hoy.

Lo que me interpela hoy es la llamada a la justicia en nuestro mundo

A finales de los noventa, me pidieron que viniera al convento Ecce Homo, y aquí estoy desde entonces. Es una experiencia maravillosa vivir en Jerusalén: ¡es realmente el corazón en muchos sentidos!

Lo que me interpela hoy es la llamada a la justicia en nuestro mundo. ¡La violencia, la destrucción, la corrupción y la codicia son tan frecuentes! En Sion he descubierto que en la vida recibes todo lo que te ayuda a crecer, a estar vivo, a vivir una vida digna y provechosa. Creo que estamos llamados a hacer todo lo que podamos para lograr un cambio a mejor. Efesios 3:16-19 personifica esto:

“Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios”.

No importaba la lucha, el obstáculo o el estado de ánimo, descubrí que las Escrituras me hablaban

Sion, en su sencillez y fundamentada en las Escrituras, ha construido de muchas maneras sobre una base sólida; una profunda fe en Dios es lo que me ha sostenido. Dios ha estado presente tanto en las alegrías como en los momentos más difíciles. La Escritura ha sido para mí una roca y un refugio. No importaba cuál fuera la lucha, el obstáculo o el estado de ánimo, descubrí que las Escrituras me hablaban.

Al reflexionar sobre mis años en Sion, me doy cuenta de la riqueza que los ha llenado, y ciertamente veo la mano de Dios en los acontecimientos de mi vida.