Una misión compartida que se extiende a través de países y culturas puede ampliar horizontes. Sin embargo, factores aparentemente triviales, como las diferencias de idioma y huso horario, así como la falta de tiempo debido al compromiso total con los ministerios locales, pueden hacer que la conexión global sea más frágil de lo que esperamos.
En los últimos años, Zoom, WhatsApp y otras herramientas similares han ayudado a salvar muchas distancias. Sin embargo, también han traído consigo nuevas presiones. La sobrecarga de información y la expectativa de estar «siempre conectados» pueden acabar apagando la calidez de las conexiones auténticas.
Conscientes de estos problemas, las hermanas de Notre Dame de Sion dan prioridad a los encuentros que van más allá de las pantallas y los calendarios, siempre que es posible. Las experiencias presenciales a través de estudios en el extranjero, intercambios comunitarios de corta duración y asambleas generales en diferentes lugares nos recuerdan que nada puede sustituir la riqueza del tiempo que pasamos juntos, cara a cara.
La reciente reunión ConnecSion dio forma a esta prioridad. Catorce hermanas de ocho países se reunieron en Estrasburgo y París durante dos semanas para sumergirse juntas en los orígenes históricos y espirituales de Sion, en los mismos lugares donde comenzó la historia de Sion.
A través de una cuidada presentación de un rico material de archivo, se reconstruyó la vida del fundador de NDS, Théodore Ratisbonne. Recorrer las calles por las que él había caminado, visitar las casas donde había vivido con su familia y estar en los lugares donde había rezado, estudiado y servido dio cuerpo a una historia ambientada en la Francia del siglo XIX que las hermanas habían leído, pero que nunca habían visto en su contexto.
A medida que avanzaba ConnecSion, las historias se entrelazaban para dar vida a la historia.
Con las hermanas de San Luis en Juilly, el grupo adquirió una comprensión más profunda de los lazos que unían a las dos congregaciones. El fundador de las hermanas de San Luis, Louis Bautain, había sido profesor de filosofía del joven Théodore y le había introducido en una ciencia que combinaba la filosofía con la teología, exaltando la fe por encima de la razón. Al asistir con frecuencia al curso, Théodore conoció a la mujer que se convertiría en su guía espiritual, Louise Humann.
Otro día, el grupo visitó la iglesia de San Juan Bautista, donde Théodore celebró su primera misa. Había sido la primera iglesia católica en la que había entrado, con motivo del funeral de Thérèse Brek, otra amiga de Louise Humann. Tanto Louise como Thérèse habían firmado el Pacto de Turkenstein como unión espiritual de corazones para la promoción de la educación y el conocimiento de la religión, lo que marcó la formación de Théodore a través de las enseñanzas de Louise.
Las hermanas contemplaron estos acontecimientos mientras limpiaban el musgo del altar en Turkenstein, antes de dar gracias en oración.
Remontándonos aún más atrás, una sesión exploró la extraordinaria vida del abuelo de Théodore, Cerf Beer, una figura pionera en la ampliación de los derechos civiles y políticos del pueblo judío en Francia. A mediados del siglo XVIII, era una de las cuatro únicas familias judías a las que se les permitía residir en Estrasburgo. Como representante general de la nación judía en Alsacia, trabajó incansablemente por la justicia, creando sinagogas y escuelas, fundando hospitales y consiguiendo la abolición del impuesto de capitación al que los ciudadanos judíos habían estado sometidos durante mucho tiempo. Su legado de valiente compromiso con la dignidad humana resuena hoy en el carisma de Sion.
Tan significativos como las visitas y las sesiones de estudio fueron los momentos de reflexión compartida, intercambio y compañerismo. Durante las pausas y los picnics, las hermanas se contaron las diferentes formas en que el carisma de Sion se expresa en sus regiones, moldeadas por las realidades locales de Rumanía, Brasil, Costa Rica, Egipto, el Congo, Bélgica, Francia y Polonia. Fueron muchos los momentos de oración y agradecimiento por los nuevos recuerdos que ahora comparten.
ConnecSion fue una maravillosa experiencia de aprendizaje histórico. Pero más allá de eso, escuchar y compartir en los espacios que han forjado la identidad colectiva de Notre Dame de Sion fortaleció el sentido de pertenencia. Las participantes se marcharon con una renovada claridad sobre la labor de comunión, no solo como un ideal, sino como algo que hay que practicar dentro de la Congregación y en el mundo al que sirven.