Nuestra espiritualidad

El aspecto de la Palabra de Dios que inspiró a nuestro fundador.

 

La espiritualidad de las hermanas de Nuestra Señora de Sion reside en estar orientados hacia la Iglesia, el pueblo judío y un mundo de justicia, paz y amor.

Es una espiritualidad dinámica que nunca envejece, porque nos lleva a ver, y a seguir viendo, el vínculo entre la Palabra de Dios y el mundo que nos rodea, y nos revela el significado de los acontecimientos en la existencia humana. Esto nos ayuda a ser más conscientes de quién es Dios y de cómo actúa en nuestras vidas y en el mundo en general, y determina el modo cómo vivimos nuestra vocación, desafiándonos a evaluar constantemente nuevos comienzos.

Es una espiritualidad de amor, expectación y confianza que indica un futuro desconocido, el futuro hacia el que avanzamos: el lugar donde se reunirán Israel y todas las naciones.

Nuestra espiritualidad está profundamente arraigada en los orígenes judíos del cristianismo y nos llama a buscar sustento en las Escrituras, la naturaleza y el corazón humano.

La espiritualidad en nuestra vida cotidiana

La espiritualidad se teje en nuestras pautas de vida y da forma a nuestra existencia.

Leemos y reflexionamos sobre pasajes de las Escrituras hebreas y del Nuevo Testamento, dedicando tiempo a considerar lo que dicen y cómo se aplica a nosotros. Exploramos continuamente nuestras raíces bíblicas, tratamos de profundizar en nuestra identidad espiritual.

Rezamos, renovando cada día nuestra apertura a la gracia de Dios, y cuidando un espacio donde Dios pueda hablarnos y revelarse más, para que podamos crecer más cerca de Dios y contemplar la obra del Señor aquí y ahora.

En un contexto de amistad, fieles a las tradiciones de la Iglesia y de Nuestra Señora de Sion, nos esforzamos por compartir el afecto que el Espíritu hace arder en nuestros corazones: en nuestro trabajo, en nuestros encuentros cotidianos y en todo lo que hacemos.

Conozca la dimensión espiritual de la vida de algunas hermanas a través de sus relatos personales.

Estudio de la Palabra de Dios

La Palabra de Dios es central en la vocación de Sion. La meditamos, la abrimos y la compartimos en la oración comunitaria. Y actuamos en consecuencia, tanto si su mensaje es tranquilizador como si es desconcertante.

Nuestro fundador, Théodore Ratisbonne, descubrió su fe estudiando la Palabra de Dios. En nuestra Congregación, las mujeres que se preparan para pronunciar sus votos dedican mucho tiempo al estudio profundo de la Biblia en sus programas de formación. Todas las hermanas leemos y reflexionamos sobre ambos Testamentos bíblicos a lo largo de nuestra vida: solas, juntas en nuestras comunidades, y con viejos y nuevos amigos dentro y fuera de la Iglesia.

Muchas de nosotras compartimos los resultados de nuestro estudio a través de la enseñanza, artículos académicos, el trabajo interreligioso y los proyectos sociales, así como en los encuentros cotidianos.

Hacer tesoro de la Palabra en nuestros corazones, como hizo María, nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Para todos nosotros, es una fuente de alimento y apoyo, una luz que nos muestra el camino a seguir.

Estas historias ilustran la manera que tiene nuestra Congregación de estudiar la Palabra de Dios.

Ser llamado

Todos tenemos algún tipo de vocación: un don personal para dar al mundo. Hay muchas maneras de descubrir y vivir este don, y una de ellas es la vida religiosa.

En la vocación de las hermanas de Nuestra Señora de Sion es central el sentir profundo de que Dios nos llama a la vida religiosa y al ministerio. El don que Dios concedió a nuestra Congregación para la Iglesia y el mundo nos confiere la responsabilidad de mantener viva la conciencia del vínculo que une al cristianismo con el judaísmo, y de promover el entendimiento entre todas las confesiones. Dios nos llama a escuchar el clamor de los que viven al margen de la sociedad y a promover la justicia para ellos.

Lo más importante no es lo que hacemos, sino quiénes somos y en quiénes nos estamos convirtiendo al responder a la llamada de Dios, con los oídos y el corazón abiertos. De un modo u otro, todos practicamos cada día alguna sencilla forma de discernimiento vocacional. A través de nuestras elecciones diarias, hacemos coincidir nuestro bagaje personal de fortalezas, debilidades, compromisos, relaciones y oportunidades con una forma de ser que nos permite conocer y vivir la vida que Dios ha pensado para nosotros.

Siga leyendo para saber cómo algunos de nosotros escuchamos —y seguimos escuchando— nuestra llamada.